miércoles, 18 de junio de 2008

José Cristóbal - Mi paso por el Instituto Sierra Bermeja

Septiembre de 1979. Llego a Málaga, mi ciudad natal tras 13 años viviendo en una ciudad de los Alpes. Tengo casi 18 años y no hablo castellano, aunque lo entiendo bien. Acceder a estudiar en Sierra Bermeja, es decir integrar el sistema de estudios español es mi primer objetivo. Necesito un carné de identidad, el DNI, para poder matricularme e iniciar todo el papeleo para mi convalidación de estudios. He regresado, sólo, de Francia y tengo que buscar trabajo. Mis padres quedaron allí y no regresaron hasta unos años más tarde. Lo he dejado todo, mis amigos, mis estudios, mis profesores para vivir la más formidable aventura de mi vida: el regreso a mi tierra. Pero, ¿Qué me vincula a Málaga? Básicamente la presencia aquí de mis abuelos y la casa de mis padres, además del legado de recuerdos y promesa de una vida mejor heredados de mis padres. Descubro que tengo abuelos. He pasado toda mi vida en Francia y me crié sin ellos. Son mayores pero su experiencia y sabiduría representa todo un tesoro. Mi primera integración será, por lo tanto, de índole familiar. El inicio del curso 79-80, en el que tengo que lidiar con la comprensión del idioma, el desconcierto total que representan para mí las relaciones humanas en castellano, el clima cálido y seco, las pobres infraestructuras del Instituto Sierra Bermeja que contrastan poderosamente con la riqueza a las que estoy acostumbrado y del barrio de Ciudad Jardín me convencen progresivamente de que he llegado a la tierra prometida, sí, pero como un perfecto extranjero. No vengo preparado. Mi decisión de volver fue súbita e inesperada, tanto para mi familia, mis amigos como para mí mismo. El futuro potencial que me podía labrar en España se me representó más provechoso que la seguridad que me ofrecía mi ya iniciada formación como metalúrgico en Francia.

La vida en el Instituto es convulsa al igual que los rasgos de mi carácter aún adolescente. En España se cuestionan un sinfín de asuntos definitivamente adquiridas en la sociedad de la que procedo ¿Un país políticamente adolescente?. Para los mayores, la democracia y el sistema político conforman el grueso de las charlas. La juventud sigue, ciega, inclinaciones políticas muchas veces poco maduras en las que afloran los extremismos. Las relaciones sexuales y un deseo general de libertad suscitan vivo interés por parte de todos los de mi edad. Mis prioridades son aprender a expresarme en castellano y dejar de tomar apuntes en francés. ¿Cómo continuar tomando apuntes sobre el Conde Lucanor en francés? ¿Qué hacer con el Latín?

Entré en segundo de BUP, en el régimen de nocturno gracias a un voto de confianza del entonces Secretario del Centro, quien me admitió de forma condicional, y confiando en que el MEC, en Madrid, me concediera la convalidación de estudios, que tardó más de un año y medio en llegar.

Tardé bastante en hacerme con un amigo. Alfonso Hijano. Un apasionado de astrología. Su ciencia un poco loca y extravagante exigía unas explicaciones formidables que me vinieron muy bien para mejorar mi integración lingüística. Hicimos buena amistad y pronto se fueron acercando otros y otras muchas personas que recuerdo con afecto. Me llamaban "el francés", yo quería y tenía que sentirme "español" tras 18 años sin saber muy bien qué era. ¿Había venido en búsqueda de una identidad?

Aquel curso escolar 79/80 marcado por cambos drásticos, el sacrificio de cada minuto dedicado al estudio y al trabajo en una carpintería por las mañanas a cambio de miserables ingresos, fue probablemente el curso escolar de más éxito de toda mi vida. Fue el año de acceso al idioma de mi nacionalidad, y descubrimientos formidables sobre la cultura española que me permitieron desprenderme de muchos tópicos aprendidos fuera sobre España, nuestra historia, etc. Logré terminar en Junio todas las materias. Estudiar en verano para recuperar era una opción económicamente insostenible, para mí. El esfuerzo fue notable.

Tengo mucho que agradecer a mucha gente, en primer lugar y sobre todo a mis profesores de entonces, que tuvieron una enorme paciencia conmigo, paciencia que probablemente les devolvía, supongo con mi inquebrantable presencia diaria y enorme interés por sus explicaciones, hasta alta horas de la noche, conforme al horario de nuestro centro. En nocturno, los compañeros de clase eran bastante serios, y muchos de ellos trabajaban, por lo cual mostraban un interés especial por las clases y su rendimiento.

Las materias científicas eran mis predilectas. Nunca olvidaré las clases del profesor Castro. Creo que era de Granada. La física mecánica que nos enseñaba, y su sistema de ecuaciones contrastaba con el desorden político que vivía el país. Me convenció para estudiar por ciencias el año siguiente. En Matemáticas, todas las noches se llenaba la clase de chicas, que venían a recuperar alguna materia suspensa. Pero en el juego de las diferentes materias una por encima de las demás me llamó la atención: el latín. ¡Estaba estudiando latín!

En España se estudiaba aún latín. Era difícil pero apasionante. Podía leer frases escritas por los romanos que, curiosamente ya habían inventado y vivido todos los cambios políticos que España se esforzaba por re-inventar. Si en algún momento esa materia podía considerarse como un resíduo del antiguo esplendor de los estudios clásicos en España, a mí me vino como anillo al dedo, para mi perfeccionamiento del castellano.

¡Cuántos conocimientos en la cabeza de profesores con tan exiguos medios! La pizarra, la tiza y la palabra. ¡Cuánto esfuerzo de imaginación por su parte para hacernos descubrir a través de la lectura y de las explicaciones! ¡Qué dominio sobre sus materias! ¡Cuánta devoción en su trabajo! ¿Cómo faltar a clase en esas circunstancias?

Aquel juego del estudio diario se convirtió pronto para mi en un vicio. Por la mañana, en la carpintería, mientras barnizaba puertas, repetía mentalmente las lecciones de la noche anterior. Mis profesores dirigían mi crecimiento personal y espiritual. El metalúrgico se fue progresivamente convirtiendo en un aficionado a las letras. Lejos quedaron las clases profesionales sobre aleaciones y mecanizados de mi formación anterior, hidráulica y neumática, electricidad, automatismos, y álgebra de Boole. Las perspectivas eran poder estudiar a Salustio, Cicerón, filosofía, griego, historia del Arte, Lengua y Literatura. Empezó a cobrar fuerza la perspectiva de abandonar mi proyecto de estudiar ciencias y seguir ampliando mi acercamiento a las letras clásicas.

El curso siguiente, ...

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