lunes, 23 de junio de 2008

José Cristóbal - Mi paso por el Instituto Sierra Bermeja II

En el curso siguiente, tercero de BUP, la estructura del sistema educativo forzaba a todos a una elección crucial y determinante que no solo incidía en la orientación de nuestro futuro profesional sino que marcaba una separación de unos compañeros con otros: la elección del camino de las ciencias o de las letras. Esa elección marcaba posteriormente una identidad y muchos/as se defínirían para toda la vida como: "Yo soy de letras" o bien "Yo soy de ciencias".

La pretendida dualidad; letras o ciencias, por la que, al parecer, todo la sociedad había de pasar, se podía, afortunadamente quebrar, gracias a aquellos compañeros/as que optaban por una formación "mixta", de ciencias y de letras. Gracias a ellos/as, el sistema cobraba apariencia de mayor permeabilidad. La sensación de que estos compañeros aterrizaban cual turistas despistados en los grupos de clases a los llegaban sólo por una hora de optativa, era falsa, y en numerosísimas ocasiones fueron compañeros que tuvieron el privilegio de romper, con su sola presencia, las estructuras de los grupos cuando estos se volvían demasiado estrechas o rancias.

A pesar de que nunca me arrepentí de elegir el camino de las letras “puras”, es decir del latín y del griego, siempre he guardado una idea nostálgica por el abandono de las ciencias a las que parecía predestinado. Mi acceso cada vez mayor al idioma me permitió ir ampliando mis lecturas. Mi búsqueda personal sobre la historia de España, su literatura y los fundamentos de la fractura civil de su sociedad, enlazaron muy pronto con la parte de cultura adquirida en la emigración, los contactos con emigrantes, exiliados económicos y políticos, mis adhesiones del pasado a las manifestaciones anti-franquistas en Francia, las enseñanzas desde pequeño de la historia de Francia y su liberación en 1945, y el hecho de haber vivido en la cuna de una de la más activas regiones de resistencia nazi y antifascista francesa (l’Ain et le Haut-Jura).
Pronto, y en un clima de enfrentamiento político entre posiciones mayoritarias de tipo progresistas y estructuras políticas diseñadas para sujetar y reprimir, fui trazando mi propia posición al hilo de lecturas, charlas con familiares, amigos y compañeros/as del Instituto. Tomé mis primeros contactos con estructuras organizadas. Aunque mi capacidad de descubrir la realidad española desde una óptica original y contrastada, debido en parte a mi formación cívica francesa, mucho más pausada y moderada, podría haberme permitido adoptar posturas más objetivas en aquellos momentos, la dimensión emocional del momento inclinaba todo mi ser a tomar postura, a definirme, a actuar. Era la hora de la defensa de los principios de Libertad y de democracia.
Definirse era una necesidad social. Todo el mundo esperaba que uno se definiera políticamente. Las opciones políticas eran muchas y la juventud vivía una verdadera borrachera de siglas, posiciones, teorías, diferencias sutiles. Se cultivaba “l’Image de marque”, se compartían lecturas "progres", se discutía de política en los pasillos del Instituto, aunque los ecos de los movimientos del turno diurno apenas llegaban al nocturno. Adolescencia y corrientes políticas marcaron activamente una época en la que se trataba de rediseñar la sociedad, re-inventarlo todo. Tras cada conversación, intercambio con los demás, volvía a nacer la libertad que una decadente UCD parecía querer contener. Frente al año de atento observador de segundo de BUP, el tercero fue un año mucho más productivo, marcó mi ingreso en la cultura de nuestro país, mi entrada en sociedad: había encontrado mi sitio. Fue el primer año de un quinquenio de "excesos ideológicos" sustentados en lecturas de corte progresista en un primer momento seguido de una militancia más idealista que práctica o productiva.
Pasado el trauma del 23 de febrero y del golpe de Estado, la sociedad se recuperó con un formidable entusiasmo democrático, convencida de que el cambio tenía que ser construído con la participación democrática de todas las opciones y el cese del intervencionismo militar.

Los estudios y los resultados escolares continuaban siendo mi prioridad. Fue un año de enormes privaciones debido a la escasez de recursos económicos pero de enormes éxitos académicos en el plano personal. La Sociedad buscaba su camino, pero la juventud sólo contaba como masa social potencialmente manipulable. El sector productivo no se acordaba de nosotros. No había trabajo.
Las verbenas del Instituto de Sierra Bermeja y las fiestas de fin de semana, me permitieron participar como parte de la organización (instalar las mesas, servir las bebidas y los bocadillos, cobrar, y recogerlo todo al día siguiente) y se convirtieron en una alternativa que el entonces director, José Rodríguez y Galán, fue promoviendo con la ayuda de Carlos (el gerente del Bar) y un grupo de ocho alumnos colaboradores, entre los que se encontraba un compañeros como Carlos Veiga, Ropero, su amigo Juan-Ma, etc. El curso terminó con éxito notable en las asignaturas en el mes de junio, y ese verano me marché en auto stop y crucé España de sur a Norte con 15.000 Ptas. Fui descubriendo Toledo, Madrid, Segovia, Salamanca, Zamora, Lugo, Coruña, Santiago, León, Valladolid, Jaén, Granada.
Hice amistad con José Luis Torres Zambrana, que me acompañaba en muchas de las clases de por la tarde. Al término de ese curso, se marchó a hacer el servicio militar. Me quedaba sin amigo para el curso siguiente pero preparado para abordar el curso de COU, la Historia del Arte, etc.

Compañeros inolvidables, Paco Nuñez, Jesús Canto, Benjamin, José Luis "el Trompi", Chuti, Carlos Veiga y su hermana Mª Carmen, Tati (que nos dejó el año pasado), y tantos y tantas otras,...

Me cambié del nocturno al diurno.

domingo, 22 de junio de 2008

¿Qué día fue el sábado?, creo que el primero del verano, el año cambió al cruzar la puerta del Sierra. Volví 28 atrás, olvidé que ya tengo 43, 4 hijas, 1 ex-marido, 25 alumnos... Estaba en el territorio de la felicidad.

miércoles, 18 de junio de 2008

José Cristóbal - Mi paso por el Instituto Sierra Bermeja

Septiembre de 1979. Llego a Málaga, mi ciudad natal tras 13 años viviendo en una ciudad de los Alpes. Tengo casi 18 años y no hablo castellano, aunque lo entiendo bien. Acceder a estudiar en Sierra Bermeja, es decir integrar el sistema de estudios español es mi primer objetivo. Necesito un carné de identidad, el DNI, para poder matricularme e iniciar todo el papeleo para mi convalidación de estudios. He regresado, sólo, de Francia y tengo que buscar trabajo. Mis padres quedaron allí y no regresaron hasta unos años más tarde. Lo he dejado todo, mis amigos, mis estudios, mis profesores para vivir la más formidable aventura de mi vida: el regreso a mi tierra. Pero, ¿Qué me vincula a Málaga? Básicamente la presencia aquí de mis abuelos y la casa de mis padres, además del legado de recuerdos y promesa de una vida mejor heredados de mis padres. Descubro que tengo abuelos. He pasado toda mi vida en Francia y me crié sin ellos. Son mayores pero su experiencia y sabiduría representa todo un tesoro. Mi primera integración será, por lo tanto, de índole familiar. El inicio del curso 79-80, en el que tengo que lidiar con la comprensión del idioma, el desconcierto total que representan para mí las relaciones humanas en castellano, el clima cálido y seco, las pobres infraestructuras del Instituto Sierra Bermeja que contrastan poderosamente con la riqueza a las que estoy acostumbrado y del barrio de Ciudad Jardín me convencen progresivamente de que he llegado a la tierra prometida, sí, pero como un perfecto extranjero. No vengo preparado. Mi decisión de volver fue súbita e inesperada, tanto para mi familia, mis amigos como para mí mismo. El futuro potencial que me podía labrar en España se me representó más provechoso que la seguridad que me ofrecía mi ya iniciada formación como metalúrgico en Francia.

La vida en el Instituto es convulsa al igual que los rasgos de mi carácter aún adolescente. En España se cuestionan un sinfín de asuntos definitivamente adquiridas en la sociedad de la que procedo ¿Un país políticamente adolescente?. Para los mayores, la democracia y el sistema político conforman el grueso de las charlas. La juventud sigue, ciega, inclinaciones políticas muchas veces poco maduras en las que afloran los extremismos. Las relaciones sexuales y un deseo general de libertad suscitan vivo interés por parte de todos los de mi edad. Mis prioridades son aprender a expresarme en castellano y dejar de tomar apuntes en francés. ¿Cómo continuar tomando apuntes sobre el Conde Lucanor en francés? ¿Qué hacer con el Latín?

Entré en segundo de BUP, en el régimen de nocturno gracias a un voto de confianza del entonces Secretario del Centro, quien me admitió de forma condicional, y confiando en que el MEC, en Madrid, me concediera la convalidación de estudios, que tardó más de un año y medio en llegar.

Tardé bastante en hacerme con un amigo. Alfonso Hijano. Un apasionado de astrología. Su ciencia un poco loca y extravagante exigía unas explicaciones formidables que me vinieron muy bien para mejorar mi integración lingüística. Hicimos buena amistad y pronto se fueron acercando otros y otras muchas personas que recuerdo con afecto. Me llamaban "el francés", yo quería y tenía que sentirme "español" tras 18 años sin saber muy bien qué era. ¿Había venido en búsqueda de una identidad?

Aquel curso escolar 79/80 marcado por cambos drásticos, el sacrificio de cada minuto dedicado al estudio y al trabajo en una carpintería por las mañanas a cambio de miserables ingresos, fue probablemente el curso escolar de más éxito de toda mi vida. Fue el año de acceso al idioma de mi nacionalidad, y descubrimientos formidables sobre la cultura española que me permitieron desprenderme de muchos tópicos aprendidos fuera sobre España, nuestra historia, etc. Logré terminar en Junio todas las materias. Estudiar en verano para recuperar era una opción económicamente insostenible, para mí. El esfuerzo fue notable.

Tengo mucho que agradecer a mucha gente, en primer lugar y sobre todo a mis profesores de entonces, que tuvieron una enorme paciencia conmigo, paciencia que probablemente les devolvía, supongo con mi inquebrantable presencia diaria y enorme interés por sus explicaciones, hasta alta horas de la noche, conforme al horario de nuestro centro. En nocturno, los compañeros de clase eran bastante serios, y muchos de ellos trabajaban, por lo cual mostraban un interés especial por las clases y su rendimiento.

Las materias científicas eran mis predilectas. Nunca olvidaré las clases del profesor Castro. Creo que era de Granada. La física mecánica que nos enseñaba, y su sistema de ecuaciones contrastaba con el desorden político que vivía el país. Me convenció para estudiar por ciencias el año siguiente. En Matemáticas, todas las noches se llenaba la clase de chicas, que venían a recuperar alguna materia suspensa. Pero en el juego de las diferentes materias una por encima de las demás me llamó la atención: el latín. ¡Estaba estudiando latín!

En España se estudiaba aún latín. Era difícil pero apasionante. Podía leer frases escritas por los romanos que, curiosamente ya habían inventado y vivido todos los cambios políticos que España se esforzaba por re-inventar. Si en algún momento esa materia podía considerarse como un resíduo del antiguo esplendor de los estudios clásicos en España, a mí me vino como anillo al dedo, para mi perfeccionamiento del castellano.

¡Cuántos conocimientos en la cabeza de profesores con tan exiguos medios! La pizarra, la tiza y la palabra. ¡Cuánto esfuerzo de imaginación por su parte para hacernos descubrir a través de la lectura y de las explicaciones! ¡Qué dominio sobre sus materias! ¡Cuánta devoción en su trabajo! ¿Cómo faltar a clase en esas circunstancias?

Aquel juego del estudio diario se convirtió pronto para mi en un vicio. Por la mañana, en la carpintería, mientras barnizaba puertas, repetía mentalmente las lecciones de la noche anterior. Mis profesores dirigían mi crecimiento personal y espiritual. El metalúrgico se fue progresivamente convirtiendo en un aficionado a las letras. Lejos quedaron las clases profesionales sobre aleaciones y mecanizados de mi formación anterior, hidráulica y neumática, electricidad, automatismos, y álgebra de Boole. Las perspectivas eran poder estudiar a Salustio, Cicerón, filosofía, griego, historia del Arte, Lengua y Literatura. Empezó a cobrar fuerza la perspectiva de abandonar mi proyecto de estudiar ciencias y seguir ampliando mi acercamiento a las letras clásicas.

El curso siguiente, ...

martes, 17 de junio de 2008

40ª aniversario





El cinquagésimo aniversario de la creación del Instituto en el que hemos realizado nuestros estudios se acerca.
La oportunidad de festejar el 40 aniversario promovió o renovó el reencuentro de muchos/as de nosotros/as con antiguos/as compañeros/as.

Desde entonces, se creó este Blog, la página de facebook, y algunos grupos de whatsapp. Estamos conectados. 

Bienvenidos.